Bueno, el círculo se va cerrando y ya vamos entendiendo las motivaciones que tiene la gente. Ciertas personas deberían lavarse la boca antes de hablar de Jesús de Nazaret. Y me estoy refiriendo al personaje estrictamente histórico.
Si alguien decide declararle la guerra a cierto giro del idioma, lo más aconsejable sería empezar no dando pábulo a que se lo achaquen a uno. Parece estar todo dicho y pocas cosas quedan por mencionar, más que a San Francisco de Asís, Madre Teresa, San Juan Bosco, los teólogos de la liberación y los curas villeros, por dar unos pocos mojones en una dos veces milenaria tradición de humanismo. Pero bueno, pase lo que pase y se diga lo que se diga, cierta gente siempre se pasará todo esto por donde no quiere confesar. ¿Cómo se llamaba eso? ¿Hacer acepción de personas, quizás? Ah, cierto que no.
La verdad es que papas y personas cultas también son hablantes hábiles de la lengua, y contribuyen, como todos, al desenvolvimiento histórico de ésta. ¡Cuánto más un texto que el pueblo adopta como propio!
Si una expresión existe en un determinado idioma, es una cuestión de hecho, no de preferencias personales, y se decide por el mero examen empírico. En los aportes #2 y #8 se probó, acerca de la expresión en pugna, que la norma la reconoce como válida y el uso la consagra como vigente. Sin embargo, en #19 se sigue sosteniendo tozudamente y sin ningún fundamento lo contrario. ¿Cómo hemos de denominar esta actitud? ¿Necedad? Tal vez. ¿Hacer acepción de usuarios? ¡No! Eso sí que no.
Un millón veinte mil cibernautas no saben lo que escriben, millones y millones de hablantes no saben lo que dicen ni entienden lo que oyen. La Real Academia Española (y la Francesa, y la Italiana) está(n) sobornada(s) por el Banco Ambrosiano. Todos los ejemplares de la Biblia, como texto de inspiración demoníaca que envenenó la cultura occidental desde su raíz, deberían ser quemados. De paso, los del Quijote también, ya que, aunque pudiendo ser una obra entretenida y edificante, su influjo sobre el idioma es excesivo, y su lectura forzosa en los institutos oficiales de enseñanza, un escándalo.
Preguntas, quedan muchas. Por ejemplo, cómo convendría traducir mejor al castellano la expresión francesa "faire acception de personnes", o la italiana "fare accezione di persona". ¿O acaso algún saber recóndito y oracular vendrá a decirnos, contra toda evidencia, que los pueblos francés e italiano ignoran lo que ellas significan?
Todo esto me devuelve a un tópico más amplio, algo que podría llamar la
responsabilidad social del intelectual. Porque no todos dominan hoy en día el griego y el latín. Cuando la erudición no va aunada al ejercicio del criterio, sino más bien se deja guiar por prejuicios y resentimiento, ay del público lego ―entre el cual me cuento. Pocas cosas hay peores que aprender algo
mal, o aprenderlo de manera fragmentaria. Se producen de esta suerte como abolladuras en el espíritu, que con el tiempo se traducen en actitudes y conductas del todo impredecibles.
Para cerrar, propongo relajarnos con este rap cadencioso, concebido y realizado bien desde abajo, en portugués:
Ageu de Lima - Deus não faz acepção de pessoas