um Missklang zu vermeiden (wobei in "ama" das erste
a betont ist, siehe domingo #3 und DPD)
- und das Gängige, weil man es immer nur so sagt.
Die Literatur hat sogar die Verkleinerungsform "el amita" geweiht:
Bastián, el hijo mediano de Prieto, que ya frisaba en los ocho años, golpeaba un cuero de oveja puesto en un aro de cuba, con una vara verde, sacándole -137- sones endiablados y bullanga infernal. Dos mozas carillenas, apechugadas, de no mala estampa, Venus sin descortezar, acompañaban el sonar del improvisado tambor abollando a puros martillazos un par de embudos de bodega, negros por de dentro del trato diario con heces y corambres.
Una sola persona hallábase callada, quieta, pensativa... triste. Engracia, la hija del doctor Prieto, el amita de la casa, la que había heredado de su madre -que Dios haya- el manojo de llaves, la aguja incansable y el alma delicada y sensible como un pajarito. Esta tal Engracia quiero yo que la conozcáis, porque ha de gustaros. Eran sus ojos negros y aterciopelados, pero sin esos resplandores fulmíneos de noche tempestuosa, que más espantan que alegran y deleitan, si no mansos, apacibles y llenos de dulcísima calma. Sus pestañas sombrías semejaban hilos de seda por lo negras, largas y brillantes; sus cejas finas dibujaban un breve arco sobre la leve prominencia de una frente modesta, pequeña, que no tenía nada de la frente de Minerva, y que dando carácter al rostro de Engracia Prieto, parecía escribir sobre él estas dos palabras: «Belleza humilde». Traía el pelo re cogido en un manojo de bucles naturales y trenzas atadas reciamente con una cinta de terciopelo; nada de afeite ni artificio; ningún adobo en las morenas mejillas; ningún tinte en los labios, que parecían una parlante amapola. El talle esbelto amenazaba -138- quebrarse al andar, como una espiga de trigo asaz cargada del rubio grano; los brazos largos y tornátiles uníanse en un lazo, por hábito natural, formando un marco al seno, poco desarrollado todavía. Pensad en que sólo contaba Engracia quince años, y no la busquéis comparación con Venus, Diana o las otras deidades hermosas. Pero si os aprieta mucho el deseo de saber a quién se parecía Engracia, acordaos de esas Vírgenes que en los trípticos del siglo XIII pintó la musa mística de los iluminados.
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